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En una playa, en un día de grandes nubes grises, una mujer y un hombre pasean un gran perro marrón. Se cruzan con un hombre que va trotando en dirección opuesta. Visten todos ropa oscura, de manga larga. Junto a la playa, hay una calle asfaltada.
Un coche blanco de alta gama aparca junto a la acera. El conductor, un hombre pelirrojo de unos cuarenta y cinco años, habla por teléfono.
Saca una bolsa del maletero.
Se queda mirando hacia el mar, pensativo.
Se pone unas gafas de sol. Va vestido con traje de chaqueta y corbata. Es James, el empresario.
Con una bolsa de playa al hombro, anda por un camino de tierra junto al mar mientras mira el móvil.
En la playa, James se ha quitado el traje y se deja caer bocarriba sobre una toalla amarilla.
Se frota levemente los ojos y estira los brazos hacia los lados para tocar la arena con los dedos.
Con un gesto de resignación, se incorpora.
Mira a los lados.
Mira hacia los lados con desconcierto.
Se levanta y se dirige al mar. Solo lleva puestos unos boxers negros. Mientras camina hacia el agua, algo le hace detenerse y darse la vuelta.
Se queda quieto en mitad de la arena y dirige la mirada hacia lo lejos, en dirección opuesta al mar. Vuelve a andar hacia el agua y se detiene de nuevo buscando con la mirada.
Tras titubear unos instantes acercándose y alejándose del agua, sin dejar de buscar con la mirada, se dirige a la toalla.
Coge la camisa y empieza a vestirse con expresión de desconcierto.
En una calle arbolada, ya vestido con el mismo traje pero sin corbata, James camina.
En un cerro repleto de arbustos, James avanza hacia la cima por un estrecho sendero.
En un parque, un hombre de unos cincuenta años, con barba y pelo largo, toquetea un vaso de cartón. Lleva una camiseta verde de tirantes y una cadena en el cuello. Mira hacia arriba y sonríe.
Pensativo, mira el vaso.
Le quita la tapa, se lo acerca a la boca y mira el café. Mientras mira pensativo hacia el frente, bebe un trago.
Se trata de Rick, el jubilado.
La pierna derecha de Rick tiembla con nerviosismo mientras él apura los últimos tragos de café.
Tras beber el último sorbo, deja el vaso de cartón en el banco contiguo. Da unas palmadas y se frota las manos pensativo. Se saca el móvil del bolsillo trasero del pantalón y busca a alguien en su lista de contactos.
Mira a su alrededor con desconcierto.
Vuelve a mirar a su alrededor.
Se marcha dejando atrás el vaso de cartón vacío. Mientras se aleja, guardándose el teléfono en el bolsillo, va dando vueltas y mirando hacia todas partes.
En una habitación, una joven de unos 25 años, pelirroja y con el pelo rizado, mordisquea nerviosa un bolígrafo frente al ordenador. Es Jess, la estudiante.
Jess rebusca entre los objetos del escritorio hasta que encuentra el móvil.
Sin moverse de su asiento, Jess busca por toda la habitación el origen del sonido y, al no encontrarlo, vuelve la vista a sus apuntes.
Sobresaltada, vuelve a mirar a los lados.
Se levanta y sale a la calle. Vestida con un abrigo y una bufanda, camina a paso ligero buscando constantemente. Se adentra entre los matorrales del cerro al que James ha ascendido antes. Antes de seguir subiendo, se detiene un momento para mirar atrás.
Se pierde entre las plantas para seguir avanzando. En una explanada de tierra blanca, de pie, a un par de metros el uno del otro, se encuentran James y Rick, que siguen buscando con la mirada. Jess se acerca lentamente a ellos.
Los tres buscan con la mirada la procedencia de la voz.
Rick y Jessica se miran negando con la cabeza.
Rick se va detrás de James. Jessica mira al vacío, pensativa.
Echa a correr detrás de ellos. Cuando los alcanza, los tres se tocan amistosamente mientras se alejan hacia los árboles que hay al final de la explanada.
Una mujer negra, de unos 40 años, tiende la ropa agobiada mientras habla por teléfono. "No he terminado. Debo darme prisa".
"¿Pero qué dices? ¡Claro que he hecho las maletas!"
el origen del sonido. "Oye, no puedo hablar ahora. Tengo que colgar".
Mira hacia lo lejos con desconcierto. Es Zoé, la próxima.