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Guía básica para la comunicación en lengua de signos catalana

1.2. ¿Todas las personas sordas son iguales?

Mostra gràfica de l'evolució dels decibels

Que las personas sordas no son todas iguales ya lo hemos comprobado en el apartado anterior, y hemos apuntado también que uno de los factores que hay que tener en cuenta es su grado de pérdida auditiva. El oído es un órgano sensorial muy complejo que a su vez se interrelaciona con la vista, el tacto y el equilibrio para cumplir una función de situación en el espacio y en el tiempo. En definitiva, se trata de saber qué pasa a nuestro alrededor y también dentro de nosotros. Tener una obstrucción en el canal auditivo externo de la oreja, como por ejemplo un tapón de cera, nos puede provocar algunos inconvenientes. En este caso los ruidos de nuestro entorno deben superar los 20 decibelios (dB) para que los percibamos, ya que la audición normal se sitúa entre los 0 y los 20 dB. Las consecuencias aumentan a medida que la pérdida auditiva aumenta, de leve, a media, hasta encontrarnos con la sordera severa y la más grave, la profunda, en la que ya no se perciben sonidos de ninguna clase porque hay una pérdida de entre 91 y 119 dB. Las consecuencias en cada una de las etapas son cada vez más trascendentes y, a medida que desaparece la capacidad auditiva, el sentido de la vista asume más protagonismo en el sistema perceptivo. Algunas personas sordas utilizan el audífono para aprovechar al máximo los restos auditivos; otros no utilizan porque les resulta inútil.

La edad en la que aparecen las pérdidas de audición no deja de ser también un factor decisivo en el futuro funcionamiento global de la persona, precisamente por el hecho de haber podido oír o no la lengua oral y haberla podido desarrollar correctamente. Hay personas que ya habían aprendido a hablar cuando apareció la sordera, son las personas sordas postlocutivas; hay otras, sin embargo, que perdieron la audición antes de nacer, en el momento del parto o en los primeros cinco años de vida, período en que se accede a la lengua oral de manera natural. Estas últimas se llaman personas sordas prelocutivas.

El término “sordomudo” es la denominación con que la sociedad se ha referido tradicionalmente y de manera errónea a las personas sordas. Este término responde, de nuevo, a una concepción patológica de la sordera y puede ser percibido como una ofensa ya que la mudez significa la privación de la palabra. Son personas sordas pero no mudas.

La sordera es tan diversa como diversa es la naturaleza del ser humano. La diversidad está presente en el ser humano desde el momento en que cada persona tiene sus propias características evolutivas y por lo tanto diferentes ritmos de aprendizaje. En el terreno de la educación, los modelos empleados no siempre han tenido en cuenta esta heterogeneidad de la que hablamos. En base a las aptitudes naturales de la mayoría, se han establecido criterios que han eludido las diferencias de las minorías. En el caso de las personas sordas, el enfoque educativo tradicional ha asumido la postura oralista, que recibe este nombre porque se refiere al aprendizaje metódico y sistemático de la lengua oral y excluye la lengua de signos. Su objetivo último es rehabilitar el resto auditivo por medio del ejercicio de articulación y estimulación constante. En oposición a esta postura, aparece el modelo educativo bilingüe, apoyado por las nuevas investigaciones lingüísticas, que establece un orden de prioridades diferente a la hora de educar al niño sordo. La corriente educativa bilingüista defiende que el niño sordo aprende la lengua de signos de manera natural y activa siempre que interactúe con otros niños signantes y que, por lo tanto, no le hacen falta ejercicios especiales. Es por este motivo que se pone el acento en la necesidad y el derecho de los niños sordos a aprender y a usar una lengua que les resulte accesible. El aprendizaje de una segunda lengua, en este caso el catalán o el castellano oral, es posible cuando la primera lengua natural, la lengua de signos catalana, se ha desarrollado correctamente. Esta metodología persigue una mayor integración de la persona sorda en la sociedad a partir del respeto a su naturaleza y a su lengua natural, a la vez que pretende reducir el alto índice de fracaso escolar de las personas sordas (según la Federación de Personas Sordas de Cataluña, un 85% de las personas sordas adultas tienen problemas importantes a la hora de comprender un texto escrito). Las personas sordas se pueden comunicar tanto en lengua de signos como en lengua oral, en sus formas escrita y hablada, siempre que hayan recibido una educación adecuada a sus necesidades, y su manera visual de funcionar.

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