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Guía básica para la comunicación en lengua de signos catalana

1.3. ¿Qué es la Comunidad Sorda?

Atendiendo a la definición del diccionario, comunidad es la cualidad de común. Las personas sordas han construido su cultura e identidad a partir de las vivencias comunes en relación a la sordera, de sus experiencias cotidianas en interacción con la sociedad oyente y las barreras de comunicación que encuentran, su paso por las instituciones educativas, sus demandas actuales y las expectativas de futuro.

La Comunidad Sorda es un grupo social minoritario con una lengua, una cultura y una historia propias, que entiende la sordera como un fenómeno sociocultural, en la que tienen cabida al mismo tiempo identidades diferentes pero complementarias. Si, como hemos comentado en el punto 1.2, asumimos que la sordera es muy heterogénea comprenderemos que no hay una única identidad sorda, sino diversas, porque la visión que tenemos del mundo está estrechamente relacionada con nuestra experiencia sensorial. Y el hecho es que no es la naturaleza misma de los sujetos lo que vertebra la Comunidad, sino los valores, la lengua, la historia y la cultura que sus miembros comparten.

La Comunidad Sorda está formada por personas sordas, sordociegas y oyentes. Los hijos oyentes de padres sordos se integran de manera natural en la Comunidad sin que el hecho de oír sea un motivo de exclusión. Lo mismo ocurre con los profesionales que trabajan para la Comunidad, como los intérpretes de lengua de signos, los logopedas, los educadores y, al fin y al cabo, cualquier persona oyente que se acerque por motivos de afinidad. También sucede que hay personas sordas que no forman parte de la Comunidad Sorda porque fundamentalmente no comparten el hecho lingüístico diferencial. En realidad, lo más importante entre todos los individuos que la conforman es que haya como punto de unión, la comunicación en lengua de signos, el instrumento de poder más importante en la construcción de la identidad sorda, ya que es a través de la lengua como se transmiten los valores, se explica la historia y se construye la cultura.

Que la lengua de signos sea el instrumento más poderoso para la Comunidad Sorda no es ningún hecho insólito ni idiosincrásico. Todas las culturas guardan una fuerte relación de identidad con la lengua que hablan, y este vínculo se acentúa aún más en este caso por el hecho de que la Comunidad Sorda no está localizada en un territorio concreto ni existe otro elemento evidente que la delimite. Además, debemos tener en cuenta que los movimientos reivindicativos en torno a la identidad sorda se empiezan a reavivar a partir de la publicación de los primeros estudios lingüísticos sobre la lengua de signos, a comienzos de los años 60 en Estados Unidos, que ponen de manifiesto y difunden por todo el mundo la gran riqueza cultural que los sordos “tienen entre manos”, la necesidad de preservar este tesoro y asegurar la continuidad. A partir de entonces se abre también un período de recuperación de la memoria histórica de las personas sordas, otro elemento importante que hay que tener en cuenta en la formación de esta identidad. La historia y las tradiciones están estrechamente vinculadas a las manifestaciones artísticas de la Comunidad a través de las artes dramáticas, el mimo, las artes visuales o las artes lingüísticas en lengua de signos, como las narraciones, la poesía, los cuentos, el humor, los juegos de palabras, etc.

En Cataluña, la Comunidad Sorda experimenta esta toma de conciencia entre la década de los 80 y los 90 y de manera paralela ocurre en el Estado español. Lo que hasta entonces se había entendido como una comunicación gestual que tenía lugar sobre todo en las asociaciones de personas sordas, la mayoría fundadas a lo largo del siglo XX, pasó a convertirse en un tesoro cultural del grupo social consciente de sí mismo, y por lo tanto, en un instrumento de poder simbólico e identitario de una nueva minoría lingüística, la Comunidad Sorda.

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