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Guía básica para la comunicación en lengua de signos catalana

2. Introdución a la lengua de signos catalana

En esta unidad veremos, en primer lugar, qué son las lenguas de signos y el concepto de signo, las partes de que está formado y cómo se articula. A continuación, empezaremos aprendiendo el alfabeto dactilológico, una herramienta muy útil a la hora de comunicarnos con una persona sorda ahora que nos encontramos en los primeros pasos de este aprendizaje.

2.1.¿Qué es la lengua de signos?

La lengua de signos es el resultado de mutua interacción entre biología y cultura en el ser humano, es una adaptación creativa a una limitación sensorial, que transforma los recursos que existen en el potencial humano para la comunicación a través de una modalidad visual.

Como hemos apuntado anteriormente, el estudio de las lenguas de signos se remonta a la década de los sesenta, concretamente al año 1960, en que William C. Stockoe, un lingüista norteamericano, publica Sign Language Structure (Estructura de la lengua de signos), Es el primer trabajo que profundiza en el análisis de las lenguas de signos basándose en los conocimientos de la lingüística moderna. La aparición de esta obra supuso una revolución del concepto que se tenía sobre las lenguas de signos hasta aquel momento, que se limitaba a una sencilla descripción de la lengua como un conjunto de gestos pactados a partir de las reglas de la lengua oral. Posteriormente a esta publicación, que Stockoe complementó cinco años más tarde con la publicación de A Dictionary of American Sign Language on Linguistic Principles (Un diccionario de la lengua de signos americana basado en los principios de la lingüística), Ursula Meneé y Edward S. Klima presentan su obra principal The Signs of Language (Los signos de la lengua) que se centra en los aspectos arbitrarios e icónicos de los signos y en su estructura interna. De esta manera y gracias a estos trabajos, las lenguas de signos entran a formar parte de los intereses de la lingüística. Los primeros pasos se dieron en Estados Unidos con la lengua de signos americana y progresivamente este interés se fue extendiendo por todo el mundo a partir de los años 80.

La estructura de las lenguas de signos tiene los mismos niveles que las lenguas orales, a pesar de las diferencias que existen en lo referente al canal de transmisión. Su eficacia como instrumento para el desarrollo lingüístico está demostrada, lo cual comporta al mismo tiempo un desarrollo cognitivo total de la persona sorda, que le posibilita vivir sus relaciones sociales y afectivo-emocionales de manera plena. Los estudios llevados a cabo estos últimos 50 años nos permiten analizar la dimensión fonológica, morfológica, sintáctica y discursiva de las lenguas de signos de la misma manera que se puede hacer con cualquier lengua oral, aunque aún se están incorporando lenguas de signos nuevas y queda mucho trabajo por hacer.

A nivel fonológico, nos interesa comentar que las lenguas de signos tienen unidades subléxicas que no forman ningún significado hasta que no se combinan entre ellas y dan lugar a un morfema. Este hecho demuestra que los signos no son unidades indivisibles, como se pensaba al comienzo, sino que, igual que ocurre con los morfemas de una lengua oral, se pueden descomponer en unidades más pequeñas comparables con las unidades fonológicas de una lengua oral. La dimensión morfosintáctica de la lengua con relación al uso específico del espacio y la simultaneidad a la hora de signar también es un rasgo característico común de las lenguas de signos, independientemente de su procedencia.

Sin embargo, estas características comunes presentes en la estructura de casi todas las lenguas de signos, no nos pueden hacer caer en el error de pensar que la lengua de signos es universal. La Comunidad Sorda de cada país vive sujeta a factores históricos, políticos, económicos, sociales y culturales que determinan la evolución de la lengua de signos y la convierten en única. También dentro de un mismo país podemos encontrar lenguas de signos diferentes, como es el caso de la lengua de signos flamenca en la región belga de Flandes en contraposición a la lengua de signos francesa de Bélgica usada en la región Valona. Al mismo tiempo, la lengua de signos francesa de Bélgica (LSFB) no tiene nada que ver con la lengua de signos francesa (LSF) que se habla a Francia. En el Estado español existe la lengua de signos española (LSE) y la catalana (LSC). Sin embargo, la situación es muy diferente si la comparamos con Bélgica. El dominio lingüístico de la LSC no se corresponde con el del catalán oral, ya que los territorios de dominio de la LSC son Cataluña, la Franja de Aragón y Menorca, eso sí, con un porcentaje de signantes de casi el 100%. En cambio, la LSE se utiliza en el resto de los territorios del Estado con variedades geográficas diferentes según la zona. Así, aunque el País Valenciano, Euskadi y Galicia tienen lenguas orales propias cooficiales con el castellano, la lengua de signos que se utiliza es la LSE. Sencillamente, no debemos establecer una relación directa entre la lengua oral de un territorio y la lengua de signos, porque son lenguas de naturaleza e historia muy diferentes. Como último ejemplo de ello explicaremos que la lengua de signos británica (BSL) y la lengua de signos americana (ASL) son entre sí lenguas que no tienen nada que ver, mientras que los hablantes oyentes de los dos territorios comparten el inglés como lengua vehicular.

La LSC es patrimonio cultural y lingüístico de Cataluña y de los otros territorios donde se utiliza y debe ser respetada y fomentada como cualquier otra lengua natural del territorio. La configuración de la LSC como lengua propia diferenciada se remonta a unos 200 años de trayectoria, a lo largo de los cuales se fue desarrollando paralelamente a la LSE conservando cada una sus rasgos lingüísticos propios. Las diferencias lingüísticas de la LSC tienen su origen en las escolarizaciones de los niños sordos en régimen de internamiento, que propiciaron, aproximadamente hace dos siglos, que la lengua evolucionase en una dirección determinada bajo la influencia de un entorno cultural aislado. Actualmente en Cataluña, existen unos 25.000 usuarios de la LSC, de los cuales 6.000 son personas sordas y sordociegas y el resto, unos 19.000, son oyentes.

Las personas sordas, a través del movimiento asociativo sordo, han luchado valientemente a lo largo de la historia para que se reconozca la lengua de signos y se normalice el aprendizaje, la docencia, el uso y la investigación que se merece. No fue hasta el 19 de junio de 2007 cuando la Comisión de Trabajo y Asuntos Sociales del Congreso de los Diputados aprobó el proyecto de ley por el que se daba apoyo explícito a todas las lenguas de signos del Estado español, ratificado en octubre por el Senado, de manera que las lenguas de signos del Estado quedaban reconocidas y se regulaban los medios de apoyo a la comunicación de las personas sordas, con discapacidad auditiva y sordociegas (Ley 27/2007 de 23 de octubre. BOE núm. 255,18476). Recientemente, el 26 de mayo de 2010, el Parlament de Catalunya aprobó por unanimidad la Ley de la lengua de signos catalana, que recibe actualmente "la dignidad que se merece a través de su reconocimiento institucional". La nueva norma da respuesta al mandato que establece el Estatuto en su artículo 50.6 que determina que se debe garantizar el uso de la lengua de signos catalana, su enseñanza y protección y velar por la igualdad de las personas con sordera que la usen. En definitiva, la norma regula el derecho de uso, el aprendizaje, la docencia, la investigación y la interpretación. La labor de investigación será responsabilidad del Institut d'Estudis Catalans (IEC) y de las universidades del país. También compromete a la administración a difundir y fomentar el aprendizaje de la lengua entre la ciudadanía y entre el personal de las administraciones. El texto reconoce el IEC como la autoridad normativa y prevé también la creación del Consejo Social de la lengua de signos catalana como órgano de asesoramiento, consulta y participación.

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